
En un febril quita y pon de dudas, matices y cambios intangibles pero sustanciales, he pasado la noche poblando el estante hasta llegar a la opción final: unos libros del Archiduque Luis Salvador sobre Mallorca, una figurita funeraria griega, seis objetos de cristal rojo - una bola, dos copas y tres floreros -, una Virgen cuzqueña tallada en piedra, un raro busto de Simoneta Vespucci, obra de una artista holandesa, dos tratados de botánica alemanes y un caballo de bronce con su jinete, del escultor Carlos Ferreira. Ha quedado armónico, sobrio y elegante, creo que no he caido en el decorativismo.
.-¿Y por qué elegiste esos objetos y no otros?
.- Por su belleza, porque funcionaban bien entre ellos y con el ambiente, porque todos en sí son especiales.
.- Pues habrá quedado muchísimo más bonito que el mío. Mi estante solo era una superficie horizontal a la que llegaban los objetos necesarios.
Y en este momento, caida del burro, caida de los palos del sombrajo, me doy cuenta de que por mucha confianza que esté tomandome contigo, tu eres Paul Cezanne y yo solo soy esa chica que ama tanto a Cezanne.