
Aquel Paul se equivocaba, no sabía aún que la personalidad y las amistades cambian, el paisaje cambia, el cuerpo cambia, no hay Shangri la, no hay retorno, hasta cambiará el río.
Cezanne se irá derrumbando emocionalmente; al rechazar la evolución de su entorno, vivirá socialmente perdido. Aquella juventud encantadora, las relaciones optimistas, generosas y despreocupadas, todo se esfuma, ¿Qué ha ocurrido?. Cumplirá años pero no sabrá ni querrá encontrar lo que los otros hacen tan facilmente, una personalidad nueva que cuadre con su vida adulta. No admite un modo nuevo de hablar, ni entiende de responsabilidades adquiridas, si todo estaba bien como era ¿Por qué lo han estropeado ?, ¿Por qué todo cambia tan rápidamente?, ¿ por qué, hasta las manzanas se pudren con el tiempo y se marchitan las flores en los jarrones ?. La frustración y la impotencia le conducen a la irascibilidad, a la leyenda de artista excéntrico y solitario. "Ya no tengo otra cosa que hacer que no sea pintar", le escribe a su hijo Paul el 14 de Agosto de 1906, el mismo día en que, con un calor terrible, empezaba a pintar la acuarela del puente. Lleva muchos años dedicado por entero a su arte, su obra contiene su biografía, o su falta de ella. En su obra, Cezanne, dialoga con la Arcadia imaginaria de Poussin y la situa en los lugares vivos de la Provenza pero, si bien los paisajes son reales, y conforman nuevos arquetipos, los personajes que se mueven en ellos son tan ideales como los de Poussin, aún más lejanos pues no corresponden a modelos de la mitología colectiva sino a los de sus nostalgias y sueños personales. La arcadia privada de Cezanne está vacía, como esta acuarela de reflejos y rumores bajo el puente, o poblada por bañistas atemporales y asexuados, adultos inéditos que se mueven en una armonía preadolescente en el marco siempre feliz del río.