martes, 29 de junio de 2010

Nuria está en Can Dionís para convertir la casita del jardín en una obra de arte total. Yo miro hacer y parloteo, tumbadaza en la chaise longue blanca que hemos arrumbado en una esquina. Nuria sube y baja, unta, pega y despega, pinta y pincelea, trabaja tranquila y con método, sin aparentes vacilaciones ni errores. Desconozco los procesos interiores que desembocan en esta obra y no en otra, no se cómo concibe las imágenes que sus manos despliegan con tanta facilidad, ni cuando comienza a existir un amarillo en vez de un rojo. Creo que en realidad ignoro por qué cualquier obra es así como la veo y no de otras mil maneras. Da vertigo pensar en las infinitas posibilidades que mueren para que sólo una de ellas nazca a la realidad en lo concreto.
Las raices de toda creación son opinables pero en última instancia inexpugnables. No pregunto, porque se que cualquier respuesta verbal sería trivial y parcialmente falsa.
Miro, me admiro y parloteo.