miércoles, 28 de julio de 2010

La realidad es polifacética, inexpugnable, paradójica. Es imposible revivir el pasado tal como fué cuando era el presente de otros, porque, lo queramos o no, siempre aplicamos el filtro de nuestro peopio presente que se presenta como el único código valido para entender el universo. Todos nos pasamos de listos al tiempo que nos retratamos como antiguallas para las generaciones venideras. Shchukin era un modernazo, un industrial osado que comprendió un arte entonces incomprensible, lo compró y se atrevió a ponerlo en su casa. Y sin embargo, Shchukin vivía en un palacete rococó que mandó constuir según indicaciones bien precisas, quería para sus Matisse y para los otros bárbaros, suelos de marquetería, techos decorados con frescos pompiers, sillones estilo Imperio, arañas iluminadas por cincuenta velas, y esclavos negros de bronce que sostenían hachones perfumados. La luz intensa y temblorosa iluminaba las paredes, forradas por sedas salvajes con estampados orientales de fabricación propia, entre pájaros del paraiso, colgaba orgullosa la última vanguardia. Al espectador de hoy, el entorno y su contenido, se le hacen tan anacrónicos como el piso barroco de Andy Warhol en Nueva York, o tan rematadamente postmodernos.
Esta relación de un lujo decimonónico de nostalgia dieciochesca con el arte más nuevo, resulta extravagante; el habitat en el que vivía con naturalidad, por ser acorde con su tiempo, Shchukin, millonario ruso de otro siglo, se funde en la Rusia prerevolucionaria con obras que todavía, en pleno siglo XXI, concebimos como pseudocontemporáneas, occidentales y medio nuestras. Todo esto es raro y admite lecturas complejas y posiblemente falsas, el debate estético y conceptual del arte es un frente inagotable que estremece; da vértigo asomarse a la apasionada mente de todo coleccionista y mecenas de raza, sus razones y motivos suelen ser una cueva de tesoros sellada al entendimiento. En cualquier caso, el arte , ya se sabe, une mundos, personas y tiempos, pero también responde a ideologías y ahí es donde me pierdo.