viernes, 4 de junio de 2010


En vida de Cezanne, se escribieron tres roman a clef con protagonistas inspirados en él y poniéndole a caldo. Curioso record para un pintor provinciano de poco éxito.
En 1886 Emile Zola publica La obra, el tomo catorce de de su saga Rougon Maquart; este libro provocará la ruptura - por otra parte ya muy anunciada y previsible- de su amistad con Cezanne. Claude Lantier, caracter central de La Obra, comparte recuerdos, circunstancias, talento y estilo con Cezanne pero resulta ser un "genio abortado" que persigue el absoluto inalcanzable y ante su impotencia artística, acaba suicidándose.
En el prefacio a la primera edición inglesa de La Obra , en 1888, el traductor, Ernest Vizetelly, compara a Claude Lantier con "el perro de la fábula que abandona la presa para perseguir la sombra”. Al decir esto, hace referencia a la que pudo ser parcial fuente de inspiración de Zola, la novela La proie et l'ombre que había publicado Marius Roux en 1878. Zola y Roux era amigos desde niños en Aix donde fueron vecinos. Con los años, Roux se convirtió en el íntimo de Zola en París, comodín en reuniones sociales y siervo informal. El título "La proie et l'ombre" lo toma él a su vez prestado de una fábula de La Fontaine que cuenta la historia del perro que tras naufragar, se mantiene a flote sobre un tronco y con un gran trozo de carne en la boca. Cuando sale la luna, el perro ve la sombra de su pieza en el agua y suelta la que ya tiene para coger la que imagina mayor; al hacerlo no solo pierde la carne sino la vida, se ahoga. La obra de Roux no tuvo ningún éxito, doy fe de que es farragosa y folletinesca. Germain Rambert - el perro de la fábula- es el personaje central, y aunque es fácil reconocer en él, a chafarrinones, ciertos rasgos tópicos cezannianos, La trama disparatada y los vicios tremendos, que Roux añade al personaje, les separan. Rambert es un avaricioso pintor impresionista con grandes ambiciones y triste final. Roux y Cezanne, por el vínculo provenzal, se trataron durante años pero tras una discusión en 1871, dejaron de verse y la publicación del libro enfrió aún más sus relaciones.
Edmond Duranty fue un escritor y crítico de Arte parisino que se decía hijo ilegítimo de Prosper Merimée; era también muy amigo de Zola y había tratado con cierta asiduidad a Cezanne. En 1867 Duranty escribió una novelita corta llamada "Le peintre Marsabiel". El pintor del relato era un trasunto caricaturesco aunque benévolo de Cezanne, un personaje provenzal y estentóreo que habla con marcadísimo acento meridional y repite frases características como "Me he dado cuenta de que la pintura se hace con temperamento(él pronuncia Deamnberamente) más que con los pinceles" o "¡La naturaleza es burguesa, yo le doy temperamento!". Duranty ridiculizaba la radical actitud social de Cezanne, que para él no era más que una deliberada y astuta puesta en escena,una prolongada boutade urdida con el fin de hacerse notar en los sofisticados ambientes intelectuales de París.
Y lo gracioso es que Cezanne no se identifica con ninguno de estos personajes pero sí lo hace con otros dos pintores de la literatura francesa del XIX: Naz de Coriolis y Frenhofer.
Manette Salomon, publicada en 1867, es una de las mejores obras de los hermanos Goncourt. Cuenta la historia de Manette, una sencilla modelo judía de belleza exótica que alcanza la fama a través de los atractivos retratos que le pinta su amante, el gran artista Naz de Coriolis. Manette, adulada por la sociedad que la ve tan bella y distante, acaba perdiendo su identidad para convertirse en la altiva irreal que sugieren los cuadros. Esta transformación acarreará su éxito en París pero también la desgracia y muerte de su creador.
Cezanne no vibraba con los avatares sentimentales y el desesperado final de Coriolis pero se identificaba con él como apasionado pintor colorista. En el ejemplar del libro que guardaba en su estudio de Lauves, subrayó este párrafo:
« El pintor no cejaba en buscar nuevas maneras para animar su paleta, calentar los tonos, abrillantarlos. Se apostaba ante los escaparates de las tiendas de minerales, con propósito de robar a la naturaleza las luces multicolores de las petrificaciones y cristalizaciones relampagueantes; se embelesaba con los azules de azurita,como esmaltes chinos; con los lánguidos azules de los cobres oxidados; con el celeste del lapislázuli que pasa del azul pavo real al azul marino en un instante. Bebía toda la escala de rojos, desde los mercurios sulfurados, acarminados y sangrientos, hasta el negro rojizo de la hematites, y soñaba con el amalito, color perdido del siglo XVI, entonación cardenalicia, verdadera púrpura romana... Pasaba de los minerales a las conchas, a las suaves madreperlas, a todas las variedades del rosa que parecían fundidas en porcelana, desde la púrpura sombría hasta el rosa desmayado, y se perdía en el nácar donde el prisma parece empapado en leche. Inventariaba todas las irisaciones y opalizaciones del arco iris... En su pupila recogía el azul del zafiro, la sangre del rubí, el oriente de la perla, las aguas del diamante. Creía el pintor que para pintar necesitaba poseer todo aquello que brilla y arde en mar, en la tierra y en el cielo».
Frenhofer es el principal caracter de "La Obra de Arte desconocida" de Balzac, publicada en 1831. En él más que en ningún otro artista, real o ficticio, Cezanne se reconoce. Cuando en el cuestionario "Mes confidences" le preguntan ¿Cual es su personaje literario favorito?, , no duda en dar su nombre, y Frenhofer soy yo le dice a Gasquet golpeándose en el pecho con su dedo índice. El Frenhofer de Balzac es un artista superdotado que quiere crear la belleza perfecta y la ilusión imperceptible de la vida con su pincel. Cuando tras meses de trabajo piensa haberlo conseguido, sus compañeros le obligan a descubrir que el único resultado es un lienzo loco, emborronado por sucesivas capas y colores y del que solo se salva un pie exquisito. Frenhofer se desmorona, rompe la obra y se suicida. Cezanne asumía como propio el proceso creativo de Frenhofer y sus ideales pero siempre dijo que aunque también él sufría los tormentos del deseo y la impotencia, nunca entraría en sus planes el suicidio que Balzac avant la lettre y los otros novelistas, con tanta ligereza, le pronosticaban: "No tiene sentido matarse cuando es tan fácil romper una obra y empezar a pintar otra".