sábado, 5 de junio de 2010

Hace calor de verano en Madrid, hace un calor pegajoso e inapropiado para una ciudad que todavía no ha guardado el ritmo de invierno en el armario. No estoy para nadie, ni siquiera para tí. Ayer vi doce aguafuertes de Morandi en la Fundación March y tres pequeñas acuarelas; eran obritas tristes, bellas y silenciosas, como impolutas princesas encerradas en su elegancia, en su sentido del deber, en su vacío, como hermosas cautivas que jamás se cortarán el pelo rubio y fino, aunque forme ya madejas de seda en sus cepillos. Hace calor, hace Morandi, hace melancolía sudorosa.
Una tarde fresca de Marzo yo dejé Aix en Provence por el camino del Tholonet y anduve siguiendo tus huellas durante tres horas. Me desvié de la ruta principal para tomar un sendero que subía a la izquierda, y allí, tras una curva, creí reconocer el lugar de esta casa y la otra colina y los pinos crecidos. La luz era la misma, y la piedra gris, el mismo cielo despejado de invierno, tu aroma de tomillo en el aire, y todos tus verdes. Fui feliz aquella tarde cuando entré por mi propio pie en un Cezanne para sentarme a merendar en él, yo sola bajo el fresco de la tarde. Tus cuadros son pura vida, nadie puede merendar en un Morandi.

Casa abandonada en el camino del Tholonet.Circa 1885. 60 X 50. Col. Particular