domingo, 27 de junio de 2010

Hace ya demasiados años, Lucio Amelio murió en Nápoles donde había nacido. Mientras estaba vivo fue generoso, marchante de arte y maestro indisciplinado en muchas disciplinas. Un día me dijo: "El niño que me trae los cafés en mi galería de Nápoles sabe más de Arte que el más importante galerista neoyorkino".
Durante mis entretenidos años, capitán Tan, de vida y viajes he ido comprendiendo, confirmando, hasta que punto Lucio sabía de lo que se hablaba. Somos deudores de la trama visual de naturaleza, creatividad y tradición en la que crecemos y no podemos permitir que nada de lo que nos alimenta pase desapercibido ante nosotros o muera por falta de cuidados y abandono. Arthur Macke escribía en Der Blaue Reiter : "Donde las formas se vuelven vacías e infundadas, allí tampoco existe arte". Cezanne, Mark, Macke, Kandinsky, todos ellos sabían que en la artesanía hecha desde la tradición con honestidad y cuidado, no hay vacío sino ARTE que comunica contenidos y marca puntos de inspiración y partida a los jóvenes creadores con fundamento.
Para comprender a Cezanne perseguí en Provenza la porcelana y la loza local que vive en sus cuadros y que aún se fabrica en la falda de los Alpes, busqué en espesos linos los estampados que solo conocía por sus óleos, saboreé los dulces del buen Rey René que un día él ofrecía a Renoir, y descubrí cómo el ingenio popular incorporaba la imagen de Cezanne en los "santones" para los pesebres de Aix que a su vez se engarzaban con los pastores y los melones de arcilla que había encontrado en Nápoles a finales de Enero.
Hoy llego a can Dionis y mis sabanas de algodón de toda la vida, bordadas en flores ingénuas de colores por las señoras pollensinas, me reciben tranquilas, en un perfecto "understatement", en un derroche de saber estar. Ofrecen sin esfuerzo formas llenas de recuerdos, referencias cruzadas, belleza, pericia, respeto y tardes de invierno. Las acaricio, les sonrío orgullosa, y en su frescor me duermo. Es esto, es esto.