
Pues yo no quiero ser, como vosotros, testigo inmortal de la belleza, guardián inmovil, sordo y sin rugido. Prefiero congelarme cada invierno y morirme de miedos y de frío, prefiero renacer entre la lluvia, sin acordarme siquiera de haber sido.

Jardines de Paulovsky, donde dos jovenes pintaban
plein air al oleo entre los juncos y nada recordaba en el aire a la Provenza. Excepto los gorriones.