miércoles, 7 de abril de 2010

En el invierno de 1899, Pierre Auguste Renoir y Aline, su mujer, pasaron unos meses en Provenza con el amigo Cezanne. Vivían cerca de Aix, en la casa de Bellevue que alquilaban a Maxime Conil, marido de Rose, la hermana pequeña de Paul.
A menudo Cezanne y Renoir salían a pintar juntos. Dedicaron algunas mañanas a retratar la propia casa de los Conil y su antiguo palomar de tejado inclinado; otros días se instalaban en la colina de Valcros, en los alrededores de Bellevue, frente a la blanca ladera suroeste de la Montaña Sainte Victoire y la planicie calcarea de Cengle. Los artistas, sentados ante sus respectivos caballetes, a escasos metros de distancia, se enfrentaban juntos al "gran motivo". Me gusta suponer entre ellos, la cantimplora de agua, una hogaza de pan y un buen queso de cabra provenzal, Tetoun, probablemente, con su aderezo de hierbas y pimienta. No creo que llevaran vino.
La imagen sobre estas líneas muestra lo que vió y pintó Renoir durante aquellos días, su montagne Sainte Victoire en un lienzo de 53x64 cm. que hoy es propiedad de la Universidad de Yale.

Y esta segunda imagen es la que vió y pintó Cezanne, desde exactamente el mismo lugar, con la misma luz y en los mismos días. Mide 65 x 81 cm y pertenece a una colección particular de Nueva York. Creo que mirar con sosiego ambos cuadros, uno junto al otro, como estuvieron los artistas, es tan útil como conmovedor e ilustra los comentarios orientales de otros días.
P.A.R: Un paisaje familiar en un día ligeramente ventoso de invierno, amenaza lluvia. Una llanura amena, una parcela de olivos jovenes, una casa al fondo en la que quizás habite el amo de los olivos y la tierra fértil, al fondo hay un monte.
P.C: Una tierra esencial y sin dueño, dominada por una montaña agreste, engulle la limpieza geométrica de las edificaciones. Montaña eterna, geometría, geometría natural y demente, fractales, estratos. La naturaleza quiere hablarnos de algo serio y ha parado el tiempo, las estaciones se perdieron entre las rocas y el cielo.
Uno pinta sentado en su taburete, el otro se arranca los ojos de cuajo y los pone a mirar apoyados en la punta de su sombrero.
Leer no es lo importante, ni escribir, ni pensar, solo mirar, mirar lento.