jueves, 1 de julio de 2010

Con una lata de Rojo de China se tiñe una pared de fiesta;
Si se vierte en el agua, la convierte en un charco de sangre.
Alegría y taconeos o aprensión y escalofrios.
Aunque las diferentes texturas de los soportes a los que se incorpora un color determinado, no lo modifiquen cromaticamente en si mismo, ni ante nuestros órganos físicos de visión, pueden condicionar su significado psicológico y con él su valor comunicativo. Nuestra percepción del color transforma y cambia los matices al vincularlos con realidades o sucesos almacenados previamente en nuestra memoria individual o colectiva, consciente o inconsciente, y de este modo, les incorpora valores y sensaciones ajenos a su gama tonal intrínseca.