martes, 16 de marzo de 2010

El rey René de Anjou solo vivió nueve años en Aix con su reina Jeanne, pero tiempo tuvo para traer a Provenza las primeras cepas de moscatel y toda una corte de músicos, cocineros, bordadores, arquitectos, artistas, orfebres y poetas.
En un lateral de la Iglesia de la Magdalena cuelga esta tabla de la Anunciación a la Virgen que Pierre Cornici, acaudalado tapicero, proveedor de la real casa, encargó, en tiempos del rey René, hacia mediados del siglo XV, a Barthelemy van Eyck, pintor de palacio, para que presidiera, Dios mediante, su sepulcro que se construiría en la catedral del Salvador, a la derecha del coro, junto al claustro.
Al principio fue un gran tríptico pero se dispersó la familia y las piezas laterales se fragmentaron por Flandes, solo queda en Aix esta escena sosegada y compleja que se expresa en la narrativa sincrónica de la época. Gabriel sorprende a la Virgen mientras esta lee las escrituras, un lirio blanco simboliza su pureza actual y la rosa roja, su sufrimiento futuro. Dios Padre, acompañado por el coro de angeles, insufla su espíritu en María, un soplo dorado sobre el que navega visible el cuerpo mínimo de Jesús; estamos viendo el momento exacto en que se produce el embarazo divino. El arcangel acaba de aterrizar en la sala, las alas aún desplegadas y el manto rojo alborotado por el vuelo; A través de la ventana gótica vemos el paisaje, al fondo de la nave de la Iglesia han terminado la lectura del evangelio, se disgregan los fieles, dos personajes curiosean entre las columnas; entre tanto fuste paralelo, el atril, cargado de símbolos y de libros, se erige como eje del cuadro. Un almohadón verde de plumas rompe la desnudez del suelo. Después del almohadón que marca la frontera de lo doméstico, y sin romper la unidad arquitectónica, la casa se convierte en templo, la salita recoleta se hace nave. Los ropajes se extienden en volúmenes y pliegues, las telas son ricas, del taller de Cornici, el manto de María va recamado en grandes flores que parecen peonías orientales, al gusto de Nápoles. Funciona un antiguo código de tonos, el cuadro se construye en una armonía celestial de grises, dorados y rojos, que comunican con lo terrenal a través del verde. Son colores, no hay luces ni sombras.
A Paul Cezanne y a su hermana Marie les bautizaron en la Magdalena, aquí se casaron sus padres y su hermana Rose. Cezanne fue asiduo parroquiano de esta Iglesia. ¿Qué pensaría de La Anunciación de Aix? ¿Qué hay de ella en las composiciones de Cezanne, en su equilibrio, en su gama tonal, en sus bodegones?.
No sólo somos lo que comemos, somos también lo que miramos.