domingo, 18 de abril de 2010

Aquella tarde aún no lo sabías pero tu madre y tu hermana Marie serían para siempre tu único hogar, tu centro cálido.
Es primavera de 1866, el pasado otoño escuchabas Tannhauser de Wagner por primera vez y te conmocionó tanto que le regalaste la partitura a Marie.
Es una tarde cualquiera, fuera está nublado, llegas de París cuando no te esperan y las encuentras en el salón, Marie no toca bien pero tiene unos dedos largos y delicados que leen con suavidad y cuidado las notas de la Opertura; Anne Elizabeth, tu madre, está tejiéndote un bonete de algodón espeso porque te estás quedando calvo y dice que si no te tapas un poco, como madrugas demasiado, vas a coger una pulmonía en esos pisos helados de París, no entiende por qué no pintas en Aix, en el estudio tan cómodo que tienes en el piso bajo de la casa, con abundante luz natural y estufa de porcelana.
Marie y tu madre se parecen, comparten huesos finos y cuello esbelto, son pequeñas, con pelo espeso y castaño que es su mayor orgullo y peinan en moño brillante y apretado. Marie lleva hoy su viejo vestido de muselina adornado tan solo con unos festones granate que atenuan el pecho, y un corte que marca su cintura estrecha; tu madre lleva la falda de lino crema de la que tanto os reís, la hizo con una bata que su madre acababa de estrenar cuando murió; se ha puesto, como cada día del año hasta que abrasa el sol del verano, su gabancito de lana oscura, ductil y cómodo por el uso, lo tejió, según el patrón de "La mode illustrée", Dios sabe cuando; no es tu madre mujer ilustrada, ni le interesa la moda pero detesta comprar en tiendas lo que puede hacerse en casa, rara vez tira nada. La funda del sillón de orejas del primer plano (en el que pronto retratarás a tu padre y a Emperaire) es también obra suya, para aprovechar las buenas cortinas provenzales que colgaban en vuestra antigua casa de la calle Matheron.
A Matisse le obsesionaba este interior de vuestra salita del Jas, e intentó reproducirlo en sus curvas, su osada geometría y su equilibrio; no comprendió que no inventabas nada, todo estaba allí y tú simplemente lo veías y lo amabas: los listones bicolores en la madera del suelo, el papel pintado de la pared que no era tal sino un dibujo al fresco que habías dibujado durante unas vacaciones de Navidad con la ayuda de Valebreges y Solari, las flores del sillón, los muebles sobrios, el color... Al pintar este cuadro, estabas retratando tu felicidad y tu juventud, retratabas la amplitud del concepto MADRE, pintabas a Marie que era su reflejo, y a tí mismo, en el bonete a medio hacer y en el sillón vacío.
No es casualidad que vendieras el Jas a poco de morir Anne Elizabeth el 25 de Octubre de 1897, contigo a su lado,cuando había cumplido los ochenta y dos años. No hubo, como erroneamente sospecharon, un conflicto testamentario serio, sino una perdida de sentido. Tu hogar nunca fue un edificio sino una persona y un tiempo, el tiempo en el que vivisteis juntos. Nunca compraste otra casa ni siquiera quisiste mantener un alquiler a largo plazo, no creaste con Hortense y tu hijo un hogar de familia, ibas cambiando, moviéndote en círculos y en soledad, con un único punto de retorno, tu madre, Marie y el Jas. ¿Por qué no buscaste el amor en alguien que fuera un poco como ellas, una mujer que pudiera habitar sus ocupaciones y sus espacios?,¿ Es que no sabías compaginar la ternura y el sexo?, ¿Por qué no buscaste el amor, si no fue durante aquellos meses de 1885? y ¿qué ocurrió entonces?.

Jeune fille au piano - Ouverture du Tannhäuser
1866. Oleo sobre lienzo.(57x92 cm). Museo Hermitage. San Petersburgo.