viernes, 16 de abril de 2010

Ayer estaba cansada y no podía hablar de ti ni de tu obra, ni contigo, solo quería dejarme llevar.
Por dentro, por dentro, en los párpados de mis ojos cerrados, aparecía, se reflejaba recurrente como en la pantalla de un cine redondo, la imagen de tu Rapto, L'Enlevement.
Dejarme llevar, como esa mujer pálida, desmadejada e inmensa. ¿El rapto?, en tu escena nocturna yo nunca vi tal rapto, es El rescate: una mujer exánime, recién salvada de la noche y de las aguas del proceloso mar por el hombre musculoso y moreno de cadera estrecha y rizos infantiles,¡ Mi muy querido, cuanta adjetivación provocas en mí, por cierto!. Sus brazos son seguros,el peligro estuvo antes y fuera de ellos, en esos torbellinos de agua que buscan tragar los rizos negros de una melena que desproporcionada arrastra por el suelo y se mezcla con las ondas, veo peligro en aquellas ninfas de la otra orilla porque son coquetas, seductoras y triviales, peligro en la oscuridad, peligro en la memoria y en el deseo, peligro en el viento que agita los árboles y en sus sombras, peligro en esa palidez mórbida. Pero nunca en él, - en ti - quien inocente y fuerte como toro joven, acarrea a la mujer lejos de todo esto para llegar con ella,- conmigo -, campo abierto hasta los pies de la montaña. Azul la montaña, Elena, como el olvido, como la música, como la distancia y como tus ojos.

l'Enlèvement. 1867. Oleo sobre lienzo.(90.5 x 117 cm). Fitzwilliam Museum. Cambridge