viernes, 2 de abril de 2010

Mi muy querido, hoy he cerrado los libros y he dado la espalda a tus cuadros, porque, ya te dije, hoy solo quería pensar con tus ojos. Daría mucho por ser un instante la dueña de tu mirada.
A las diez de la mañana me aposté en la ventana frente al campo y la montaña. Durante una hora he permanecido quieta, como un perro, mirando al frente, sin reflexión ni propósito. Un clic de la cámara me dice que he fracasado, pero me sorprende porque devuelve una realidad más oriental de la que hubiera pensado, quizás no estés tan lejos.