miércoles, 14 de abril de 2010

Para evitar que le alisten en la guerra francoprusiana, Paul Cezanne pasa el año de 1870 agazapado en el puerto de L'Estaque, junto a Marsella, está con Hortense Fiquet, a quien ha conocido hace unos meses, aún no se atreve o no quiere presentarla en casa. De vez en cuando él marcha solo a Aix y se instala en el Jas de Bouffan, pinta el jardín y la casa . Durante una de esas visitas, Cezanne se asoma a la ventana y, desde allí, retrata por primera vez la montaña Sainte Victoire. La perspectiva es extraña, comenzaban en aquella época las obras de la nueva línea ferroviaria que se inauguraría en 1873 para unir Aix en Provence con Rognac. Van a situar una de las estaciones frente al Jas. Cezanne ha pintado ya las fabricas de la Cengle y la nieve sucia fundiéndose en las pendientes de L'Estaque, aún no ha estado con Pisarro en Auvers sur Oise, es más romántico que impresionista, pero es hombre de su tiempo, le interesa, como a Zola, la revolución industrial y el naturalismo, intenta quitarse a los clásicos de la cabeza y desconfía de aquellas imágenes barrocas e irreales que poblaban sus sueños. Desde la ventana familiar pinta el corte del terreno, la zanja, la tranchée del ferrocarril que hiere el paisaje, los colores, las líneas limpias, la suave geometría horizontal y, al fondo, redentora, la montaña azul que todavía no es Ella,la única, la totémica, pero ya está allí. El sentido del color de Cezanne es, como siempre impecable en este cuadro sencillo, geométrico, inesperado, absurdamente moderno.
Esta obra pequeña y poderosa se puede ver en la Neuepinacotheque de Munich.
Cezanne no volverá a pintar la Sainte Victoire hasta la década de los ochenta, su estilo será distinto y sus intereses otros. En 1885 la encontrará de nuevo desde el Jas, tras los castaños del jardín.