martes, 13 de abril de 2010

Todo empieza a desaparecer pero después vuelve, siempre vuelve. Hay que atrapar con prisa los instantes y demorarse en la paciencia y la calma para esperar los retornos. El ojo avizor tranquilo conoce el ciclo inexorable de lo existente. Porque hasta las innumerables olas que vienen, mueren y van, Hokusai lo sabía, no componen al fin más que la silueta única e inmutable de la ola. El gran artífice, el mago del tiempo, creó una sola arquitectura, limitada e inmovil, un escenario geométrico que, por entretenerse en el juego, adorna con vistosos efectos en movimiento. Y nosotros en nuestro cada uno, qué somos sino el más habilidoso truco en el que se cobija el ser último. Pero, en este juego,nunca lo fugaz podrá barrer la verdad de lo eterno, de esa ola que permanece.