domingo, 9 de mayo de 2010

Cuando llego a Londres tiendo a perderme en lo anecdótico. Comprendo que la literatura británica sea prolija, proclive incluso al requilorio, pues aquí la trama social es tan jugosa, sus instituciones e individuos tan pintorescos, tan entretenidos los vericuetos de su historia, que es difícil ir al grano sin perderse en los excéntricos encantos de las ramas.
Los Cezanne ingleses están vinculados a la historia de los pioneros: atrevidos críticos que supieron verlos, como Roger Fry, y coleccionistas visionarios que los compraron, como Gwendoline y Margaret Davis.
Las hermanas Davies eran galesas y victorianas, extremadamente ricas, solteras, abstemias, vegetarianas y estrictas calvinistas. No frecuentaban bailes ni eran amigas de frivolidades. Las veladas en, Gregynog Hall, la casa de campo de las Davies, transcurrían apacibles, Gwendoline tocaba su Stradivarius y Margaret cantaba mientras desgranaba arpegios en su arpa francesa. Aparte de esto solo tenían dos intereses: el Arte y la justicia social.
Los ideales sociales fueron el sello de la familia desde tiempos de su abuelo David Davies of Llandinam, apostol calvinista y filántropo en los nucleos industriales de Gales, pero fue Hugh Blaker, hermano de su institutriz quien les inculcó el amor al arte y una debilidad por la pintura francesa. Ellas superaron a su mentor en atrevimiento y ojo artístico. Comenzaron a coleccionar en 1907, cuando tenían poco más de veinte años. Con un gusto exquisito y nada convencional compraron delicados paisajes de Corot, los Turner más abstractos y escenas sociales de Millet y Daumier.
En 1912 conocieron a los impresionistas y postimpresionistas franceses en la exposición de la Grafton gallery, y aquello fue el inicio de un nuevo camino que recorrieron ellas solas ya que, introvertidas y tímidas, no mantenían contacto con ninguno de los circulos artísticos del momento; Elegían cuadros en libertad, sin prejuicios, guiadas por su sensibilidad y por su instinto.
Ese mismo año compraron algún Manet, tres o cuatro Ninfeas de Monet y uno de sus Crepusculo en la catedral de Rouen. Se hicieron con la parisienne de Renoir y adquirieron uno de los últimos cuadros de Van Gogh, La lluvia en Auvers.
En 1918, las hermanas están en Paris como voluntarias de la Cruz Roja pero los bombardeos de la artillería alemana no les impiden echarse a la calle para visitar hospitales y llegar a la Galería de Bernheim - Jeune en busca de Cezanne. Le Compran dos cuadros emblemáticos: Mediodia en l’ estaque y Paisaje provenzal. Creo que son las primeras obras del artista que entran en una colección inglesa. Para evitarles riesgos de guerra, las hermanas envían los dos Cezanne a Inglaterra a toda prisa y, durante su ausencia, los ceden temporalmente a la Victoria Art Gallery de Bath.
Entre los connaisseurs se corre la voz de unos cuadros prodigiosos de Cezanne que han llegado de Paris y los jovenes estudiantes de arte acuden a Bath en peregrinación. Entre ellos está un chico de dieciocho años que estudia arte en Oxford y que con el tiempo se convertirá en Sir Kenneth Clark, director de la National Gallery y el historiador del Arte más poderoso del Reino Unido. En su libro ¿Que es una obra maestra?, de 1979, Clark recuerda la visita a los Cezanne de las Davies en Bath como su primera emoción estética arrolladora, la primera ocasión en que vivió la certeza de encontrarse ante una obra maestra.
La actividad de las Davies como coleccionistas ( insistieron en Cezanne, Monet, Renoir y varios Rodin, incluido El beso en bronce ) es intensa pero breve. A principios de los años veinte empiezan a considerar que invertir su fortuna en ayudar a la humanidad resultará más sensato que seguir comprando arte. A modo de despedida, subvencionan las obras de un nuevo edificio para la National gallery de Gales, y les donan su colección "Con la esperanza de enriquecer la cultura galesa y curar una perenne ceguera hacia las artes visuales que parece afectar a nuestros paisanos".

Retrato de Gwendoline Davies (1882-1951)
Retrato de Margaret Davies (1884-1963)