viernes, 16 de julio de 2010

En el tren de Moscú a San Petersburgo, todos los paisajes querían ser mi casa y yo pensaba en bajarme en la próxima estación, sola con Pushkin hacia el bosque sombrío. No lo hice porque tenía una cita con Cezanne en el Hermitage. Paramos en el antiguo hotel Europa de la Avenida Nevsky, nos ofrecen nueve tipos de almohada, en el baño me topo con una copia respetable del Gran pino de Cezanne, en la terraza tocan el arpa y desde el restaurante suenan los violines, me entrego al caviar y a la nostalgia. Aunque es de noche, no está oscuro, la gente paseará hasta el alba por la noche blanca, a las dos de la madrugada iremos a ver cómo se abren los puentes sobre el Neva.