martes, 13 de julio de 2010

En el viejo Arbat hacía un día de calor intenso, quieto y humedo; le vi venir corriendo desde otros tiempos, tenía rodillas antiguas y los ojos del niño con chaleco rojo. Se quitó la camisilla blanca, la guardó bien doblada en la caja del violín y empezó a tocar una romanza titubeante de Rachmaninov.