sábado, 25 de diciembre de 2010

En Nochebuena rompimos una tradición para comenzar con otra aún más antigua. Fuimos al Monasterio de Lluc a escuchar El Canto de la Sibil.la en la misa de maitines que allí empieza a las diez de la noche, dos horas antes que la Misa del Gallo madrileña a la que, por otra parte, creo que nunca llegué a ir. La misa de Lluc la cantan los niños de la Escolanía del colegio del monasterio. La sibil.la se oyo en la voz de Andrés Kortz, un niño de diez años; el sermón de la Calenda lo pronunció una Joana Maria Comas, pollensina de siete años, la más petitona de la escuela.Hasta escuchamos el canto de los ángeles. La Iglesia estaba llena y transmitía un espíritu de espontánea comunidad, una religiosidad profunda y semiláica.
Antes de la misa, cenamos sopa de Navidad con pasta y albondiguitas en La Fonda del monasterio; a la salida, tomamos chocolate con ensaimada. Arropados por la música, la Nochebuena y el chocolate, volvimos a casa.