viernes, 21 de enero de 2011

Pues ahora que yo me voy, vienen los primeros almendros en flor. A ver si el año próximo nos ponemos de acuerdo.
Los capullos prietos sobre las ramas entecas han elegido abrirse en un día de frío y viento; las montañas aparecieron blancas como ellos, espolvoreadas de nieve. Blanca por la escarcha amaneció la tierra de nuestro jardín, blanco el alféizar de mi ventana en el que escribí la palabra frío. Y recordé, entre tanto blanco, la canción que oí en Zakintos una noche de mis veinte años.
La cantaban con mucho sentimiento en la mesa vecina y mi amigo Stamatis me la fue traduciendo, la letra era de Dionisios Solomos, un poeta del XIX que nació en la isla y es también el autor de una oda a Lord Byron y del himno a la libertad que, más tarde, aprendí de memoria y solía cantar a gritos en mi vespino por las carreteras de Zakinthos, aquel verano en el que me emborraché de libertad, moras y mar jónico.
Pues bien, aquella canción de aquella noche de aquellos veinte años griegos, hablaba de unos amantes que se duermen bajo un almendro en flor. Él despierta antes que ella y al verla con el pelo cubierto por los pétalos blancos se echa a llorar pues en un instante noético, le invade la angustia por la vejez inevitable que truncará su belleza, y anunciará su muerte. "Todavía no, todavía no ", era el estribillo desesperado, "sacúdete esos pétalos, que no quiero ver aún tu pelo blanco". Y a Stamatis se le empañaban los ojos al recitarlo.
Y aquí estoy, en este mes de Enero, todavía sin canas, rodeada de almendros en flor, y recordando.