sábado, 26 de febrero de 2011

Gala Placidia nació en Constantinopla y  murió en Roma en  el 450 de nuestra era cuando no había cumplido los sesenta años. Pidió que la enterraran en Ravenna. Tuvo tiempo para ser  hija, hermana, esposa, tía  y madre de emperadores. Álarico el visigodo  la toma como rehen adolescente  cuando invade Roma, y  ella le responde casándose con su sucesor, Ataulfo, a quien dicen que amó; con él, fue la primera reina visigoda de Hispania, con capital  en Barcelona, donde vivió hasta la muerte, violenta como corresponde, de su esposo. A petición de su hermano, el emperador Honorio, la devuelven  entonces  a Roma, donde  contrae nuevo matrimonio con el general   Constancio  quien pronto se convierte en   Constancio II,  otro emperador, esta vez romano y un hombre bastante soso, nada que ver con Ataulfo.
 Para Gala Placidia, el imperio de Occidente era su petit boudoir .  Ejerció de  regente durante los doce años de  la minoría de edad de su hijo Valentiniano III, y fue munificente, astuta y piadosa . Gracias a ella terminan  las obras de  la iglesia de San Juan de Letrán en Roma y construyen la de la Santa Cruz de  Ravenna junto a la que erige su  mausoleo recoleto y esplendoroso con lujo de joyero, en el que también reposan los huesos de Valentiniano y quizás de su hermano Honorio.  La leyenda cuenta que según  su deseo, la depositaron embalsamada y sedente en su sepulcro, vestida de verdes  terciopelos  orientales  y cubierta por  el  manto imperial.
En alguna batalla olvidada,  su catafalco ardió,  una crónica de Boecio asegura que  lo hizo por combustión espontánea,  y hoy nada queda de aquel cuerpo tan bello y poderoso, parece que  la tumba  triangular de piedra solo guarda   sus cenizas, mezcladas con las del tiempo, iluminadas por la historia .
Y canta  Alexander Blok : "  Cubre el silencio las salas de los  sepulcros, son estancias frescas y  umbrías, para que la negra mirada de la bendita Gala, no consiga de nuevo incendiar las piedras ...".
 Los mosaicos del mausoleo de Gala Placidia son los más antiguos de la ciudad y están entre los más hermosos, sus teselas  son mínimas, e  inmortal su color y su brillo. Bajo las arcadas se dibujan   laberintos turquesa, y engañosas cortinas  en mosáico enmarcan las ventanas de alabastro oscuro. La bóveda  del ábside es un  cielo estrellado,  y en el muro que enmarca  su sarcófago, quiso tener, al estilo  romano, el dibujo en mosaico, de   una biblioteca, un  armarium con las puertas abiertas; aunque Ravenna fue  buen campo de cultivo  para los textos hoy conocidos como apócrifos, sus  anaqueles solo guardan  los cuatro evangelios canónicos, ordenados  con primor y sujetos  con cintas.