viernes, 25 de febrero de 2011

He quedado con Cezanne en Rimini y en San Marino pero hoy amanecí  en Ravenna con frío de invierno, junto a la tumba del Dante que  aún no he visitado  y frente al edificio que alberga el Real Circulo Forestal fundado en el siglo XVIII y al que definitivamente me gustaría pertenecer.
 Cuando Ravenna  perdió  su independencia, cayeron  con ella sus   murallas, pero  la ciudad   quiso mantener  todas las  antiguas  puertas que aún hoy permanecen en pie y siempre  abiertas;  simbolizan el talante acogedor y amable de sus ciudadanos y delimitan  el area peatonal y bicicletil  por la que he deambulado esta  mañana.
Entre unas cosas y otras, tampoco  he tenido tiempo para los  mosáicos  bizantinos, y llegué tarde a la tumba de Gala Placidia, mi vida en las calles, en mi mesa blanca y en el mercado  era demasiado piacévole y felice, a la hora de comer me preparé una ensalada de valeriana con Stracciatella que aquí no es un helado con motitas de chocolate sino una variedad filamentosa y exquisita de la mozarella de búfala.
Yo tuve un aya antigua que antes había cuidado a mi madre, a mi tío Agustín y a mis hermanos, se llamaba Goya y tenía los ojos azules, murió cuando yo tenía ocho años. Goya me indicó   que  cuando se visita una iglesia nueva hay que rezar tres Avemarias. Por ser más papista que el papa, yo enriquecí el ritual con  un padrenuestro y un Gloria. Me gusta rezar lo que rezaba de niña y así lo hice en esta iglesia de Santa Agata la maggiore de la via Mazzini, cerca de la Porta Sisi, y de la  floristería  de una chica muy tímida, que me vendió dos  ramos de primavera.
 Me gusta hablar de vez en cuando de Goya, saber que existió, nos quiso y la quisimos.  Ella también me enseñó a decir fourchette, cuillère y couteau, estos dos ramitos  de flores de la Romagna, son para ella.