He quedado con Cezanne en Rimini y en San Marino pero hoy amanecí en Ravenna con frío de invierno, junto a la tumba del Dante que aún no he visitado y frente al edificio que alberga el Real Circulo Forestal fundado en el siglo XVIII y al que definitivamente me gustaría pertenecer.
Cuando Ravenna perdió su independencia, cayeron con ella sus murallas, pero la ciudad quiso mantener todas las antiguas puertas que aún hoy permanecen en pie y siempre abiertas; simbolizan el talante acogedor y amable de sus ciudadanos y delimitan el area peatonal y bicicletil por la que he deambulado esta mañana.
Entre unas cosas y otras, tampoco he tenido tiempo para los mosáicos bizantinos, y llegué tarde a la tumba de Gala Placidia, mi vida en las calles, en mi mesa blanca y en el mercado era demasiado piacévole y felice, a la hora de comer me preparé una ensalada de valeriana con Stracciatella que aquí no es un helado con motitas de chocolate sino una variedad filamentosa y exquisita de la mozarella de búfala.
Yo tuve un aya antigua que antes había cuidado a mi madre, a mi tío Agustín y a mis hermanos, se llamaba Goya y tenía los ojos azules, murió cuando yo tenía ocho años. Goya me indicó que cuando se visita una iglesia nueva hay que rezar tres Avemarias. Por ser más papista que el papa, yo enriquecí el ritual con un padrenuestro y un Gloria. Me gusta rezar lo que rezaba de niña y así lo hice en esta iglesia de Santa Agata la maggiore de la via Mazzini, cerca de la Porta Sisi, y de la floristería de una chica muy tímida, que me vendió dos ramos de primavera.
Me gusta hablar de vez en cuando de Goya, saber que existió, nos quiso y la quisimos. Ella también me enseñó a decir fourchette, cuillère y couteau, estos dos ramitos de flores de la Romagna, son para ella.