miércoles, 28 de abril de 2010

Ayer, para distraerme de la obsesión que me ocupa, empecé a releer mi subrayadísimo "Elogio del Individuo" de Tzvetan Todorov, un ensayo sobre la pintura flamenca del Renacimiento.
Y tropecé, también allí, con Cezanne.
Sostiene Todorov que los flamencos, a partir del emblemático Robert Campin, introducen en Europa el "Arte representativo"(...) que aspira ante todo a mostrar lo visible.
Este arte vinculado al fenómeno del acontecer, será la gran corriente que conforme el arte europeo durante casi cinco siglos; hasta Cezanne.
A menudo, Cezanne se identificaba con el pintor Frenhoffer de La obra de Arte desconocida de Balzac; como él, Cezanne no pretende reproducir sino producir. Su meta es El cuadro en sí, la verdad en pintura, y durante toda su vida se esforzará para desarrollar técnicas propias que le permitan realizar esa obra ideal, consciente de que al fin y al cabo la naturaleza solo está formada por esferas, conos y cilindros.
El arte moderno crece desde sus premisas: Ensimismamiento artístico, Formas geométricas puras, masas de color que ordenan el espacio interno del cuadro, arquitecturas de planos. El arte moderno surge de Cezanne.
Hasta aquí, todos de acuerdo, pero Todorov opina, y este es el punto a comentar, que muchos de los seguidores de Cezanne le han malentendido: Parece como si muchos de sus discípulos y sucesores hubieran tomado estas sugerencias al pie de la letra y hubieran transformado la pintura en un poner de manifiesto su propia condición, olvidándose de captar la verdad en pintura.
Según Todorov, Cezanne muestra el arte de la pintura en sí, en su más alto grado de intensidad, pero no deja por eso de representar el mundo, como si la esencia sólo pudiera manifestarse por añadidura, de forma indirecta. La pintura acaso exige, continua,que no nos empeñemos en contemplar directamente su esencia sino que , creyendo que estamos sumergiéndonos en una imagen del mundo, nos dejemos conducir hacia el acto de pintar sin darnos cuenta.
En este acercamiento a la verdad o mentira de la pintura contemporánea, no comparto las opiniones de Todorov, me parece que - por un momentáneo ataque de retórica - hace una interpretación conservadora y reduccionista. Como en todo caso, no dice quienes son los falsos discípulos y quienes los verdaderos, ni habla de los independientes que, como Cezanne, van abriendo caminos nuevos, tampoco puedo decir que disiento.
Y sin embargo, gracias Todorov, porque en arte, en Dios y en vida, me quedo con tu "no nos empeñemos en contemplar directamente su esencia" como vía de conocimiento.
Es un aviso de humildad, no nos empeñemos. Mejor será que simplemente "estemos", seamos, vacíos y callados, nos dejemos. Para que la esencia misma nos contemple, tome confianza y de modo natural se funda con nosotros.
Como el cielo se funde con los árboles y con el mar en L'Estaque de los techos rojos.
1883-85. 65 x 81 cm