lunes, 7 de febrero de 2011

También en Suiza cierran los museos los lunes, aprovechamos el día para vagabundeos diletantes, llegamos hasta el lago, cruzamos varios puentes y  yo compro una camiseta con  plátano en el Cabaret Voltaire. Antes de comer, entramos en la Grossemunster Kirsche, la gran Catedral  con dos torres  desproporcionadas que según Wagner parecen enormes saleros de mesa.
Se dice que CarloMagno en persona fundó esta Iglesia, se conservan  las tumbas de los santos patronos de Zurich, un claustro  románico excesivamente restaurado y, entre las reliquias, una deliciosa regadera medieval de estaño.
  Creo recordar que Sigmar Polke, mientras estudiaba Bellas Artes en Dusseldorf, trábajó algun tiempo como aprendiz en una fábrica de cristal pintado. En 2009, un año antes de morir,  Polke hizo las vidrieras de doce ventanas de esta iglesia. Cada una narra una historia, cada una es distinta, son  respetuosas, innovadoras y ancladas  en la tradición. Unas son abstractas y otras narrativas, algunas llenan de color las naves de la iglesia y esta que hoy elijo se atreve con el blanco y negro. Son bonitas pero  no abruman a las  más humildes que  a principios de siglo diseñó Augusto Giacometti, no buscan excesivo protagonismo, son  espirituales y sutiles.
 El único inconveniente es ajeno a ellas, al ser  Polke famoso, las vidrieras espectaculares  y  su  diseño atrevidísimo,   ocurre , como  con la capilla de Barceló en la catedral de Palma, que el clero responsable de la Iglesia pierde la devoción y  el norte  en busca del lucro que generan las obras, en  librillos, postales, videos y toures guiados. La religiosidad desaparece del templo, supongo que se curarán del síndrome con el tiempo o más bien, como  en tantas otras catedrales o en la misma Santa Sofía, perderán para siempre  la sacralidad  y con ella el misterio, lucirán arte en frío, cerrarán los lunes .